Rogers era un viejo chapado a la antigua; cada palabra que salía de su boca era perfectamente pronunciada, nunca salía de casa sin acomodarse perfectamente cada cabello con gel, ayudaba a las abuelitas a llevar bolsas del supermercado y probablemente abrió la puerta para la mitad de las mujeres de New York en los últimos meses, era algo así como el Dalai Lama de las cosas caballerosas. Y él, el genio, millonario, filantropo, metrosexual Tony Stark lo sabía de sobra.
Lo sabía, pero aún así no entendía por qué seguía haciendo esas cosas. Más de una vez pudo presenciar cómo alguna (perturbante) señora se había aprovechado de su caballerosidad, tocando su trasero mientras llevaba sus compras, o cómo una mujer lo había acusado de machista cuando había comentado que no debería arruinar tan bellas manos para cambiar los neumáticos del auto (lo que conllevaba porsupuesto un interminable sermón sobre igualdad de género).
Sí, realmente ser tan estúpidamente...Rogers le traía problemas. Muchos problemas. Entonces no le veía el caso a empeñarse tanto en seguir esas ridículas costumbres de principios del siglo pasado si nisiquiera le servían para conseguir un número de teléfono (y a las pocas señoritas que se habían atrevido a lanzarle una indirecta, nisiquiera las terminaba de entender).
Quizás por eso le había dado un poco de lástima el vejete y lo había invitado a quedarse con él unas semanas (y porque su rompimiento con Peppers lo hacía sentir solo un poco solo).
Escuchó las puertas del elevador abrirse y dejó a un lado la masa de cables que formaban su nuevo proyecto. Levantó la vista y sí, era evidentemente Rogers.
El mencionado tocó a la puerta de vidrio de la oficina (lo que no dejaba de ser divertido, si ya podía ver que no estaba trabajando), y esperó pacientemente una respuesta (esto le causó aún más gracia).
- ¿Quién podrá ser? ¿Diga? -contestó sarcástico finalmente, ante la expresión imperturbable del más alto.
- Sí, sí, muy divertido, Tony -Steve abrió la puerta y solo asomó la cabeza a la oficina- pasé por una pastelería y traje algunos dulces para desayunar. ¿Preparo café para los dos?
Tony toda la vida desayunó solo en la oficina (aproximadamente unas 3 bebidas energéticas, porque claro está que se desvelaba ensimismado en su trabajo), pero debía admitir que esto de desayunar pastelitos acompañado y sentir el aroma de la comida recién hecha por las noches se había vuelto bastante agradable.
No dejaba de pensar que Rogers era un estúpido al esforzarse con tantos detalles con todo el mundo, pero definitivamente pensaba que era absolutamente valido si esos detalles lo incluían a él. Después de todo, era un egocéntrico y le gustaba que lo mimaran.
- Sí, Rogers. -se levantó de su asiento y caminó hasta la puerta- Y dime...-fijó sus ojos en los azules del más alto con absoluta seriedad mientras llamaba al ascensor- ¿tan pronto decidiste convertirte en mi esposa?
Rogers entornó los ojos divertido mientras le daba un pequeño empujón y Stark rió. Definitivamente el vejete se quedaría un tiempo más.